¿Quién en este país se atreve a decir que el rey está desnudo?
Muchas voces callan por miedo, miedo al hambre, miedo a la represión.
El que depende de un salario para dar de comer a sus hijos, piensa no una sino mil veces antes de alzar su voz cuando el que paga es el opresor. La lógica del estómago es la única lógica en tiempos de escases, y ésta parece ser la lógica de nuestros pueblos ante sus tiranos durante largos períodos, y sin dudas la lógica del empresario en tiempos de revoluciones, aunque ésta se llame más bien, la lógica del bolsillo. A la final los pueblos despiertan, los empresarios, a veces. La defensa del negocio, la defensa del cargo, en fin, la defensa de la condición actual ante la amenaza de una posible desmejora, pone en jaque a la opinión, que se auto-silencia.
Así funciona la lógica del estómago. Y muchos se guardan sus gritos aún cuando indignados. Unos pocos se desahogan salvando la patria en bares y cafés, algunos, pero siempre prudentes cuidándose de que no escuche algún sospechoso que pueda hacer de soplón. ¡Cambie el tema, mi don, que ya viene el Carlitos!
¿Será por eso que se incrementa la burocracia en todo régimen autoritario, aprovechando la necesidad de empleo y estabilidad, se nutren las filas del Estado acuartelando cientos de nuevos funcionarios, quienes a pesar de no comulgar en muchos casos con las ideas del Poder, sin embargo siempre tienen que comer y familias que alimentar?
¿Será que así, los totalitarismos pretenden comprar el silencio de los diferentes, pagando no el precio de sus conciencias –muy caro- sino solamente el precio del miedo, del miedo al hambre, hambre de los suyos, más que la propia misma?
¿Quién en este país se atreve a decir que el rey está desnudo?
De esta manera, ante la ausencia de seguridad jurídica y garantías que operen como límites y vínculos a las decisiones del poder, el ciudadano se pone a la defensiva y no espera ya progresar sino solamente no desmejorar su condición. Por esto se come sus palabras, que, por silencio, le sirven de amargo condimento a su desayuno…pero –piensa- por lo menos come aún.
Sin embargo, el precio del miedo y el yugo del hambre no alcanzan para comprar las conciencias ni la dignidad. En cada ciudadano que guarda silencio, duerme y crece la semilla de la libertad. Menos mal que aún no regulan el fuero interno de los pensamientos, la cárcel cerebral es aún desconocida para los reglamentos.
Y como no pueden salir, por miedo, crecen con la ira del condenado por un delito no cometido. Sube la presión de las conciencias en las que la libertad siempre estará. Se eleva el caudal de la indignación y las ideas acalladas empiezan a agitarse. Algún momento la presión será tal que volará la tapa de la olla, y las explosiones suelen no ser pacíficas.
No hay nada más peligroso que reprimir a las conciencias. El miedo al hambre compra al silencio, pero no al pensamiento.
¿Quién en este país se atreve a decir que el rey está desnudo?
Muy buena entrada, Fabián! Coincido en mucho contigo. Saludos!
ResponderEliminarSHUCO
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