Este ensayo acaba de ser premiado con el tercer lugar en el Concurso de Ensayo Caminos de la Libertad en Mexico DF, se los comparto:
EL JESUCRISTO LIBERTARIO
Se ha vuelto común la referencia a Jesús de Nazareth como “el primer socialista de la historia”. Al parecer, su look algo
hippie, la preocupación por los más necesitados y su rebeldía contra los poderosos fariseos de su tiempo, han bastado para que
se trate de vincularlo con el socialismo.
Especialmente
en América
Latina, estas acomodaticias interpretaciones, lamentablemente se transmiten en
las escuelas públicas, en
las iglesias invadidas por seguidores de la “teología de la liberación” y
otras variantes de sacerdotes filo-marxistas, llegando inclusive a influir en
los más recientes
pronunciamientos papales.
Lejos
han quedado los textos de Marx -que tan pocos socialistas han leído- en los que se condenaba a la religión como “el opio de los pueblos” o como un instrumento de dominación dentro de la “lucha de clases” propugnada por el mencionado autor.
A
través de los
siglos, la Biblia ha sido invocada para justificar todo tipo de causas y
circunstancias, como ser la esclavitud, la inquisición, el racismo, sostener que la tierra
era plana, entre otras, y finalmente, se la utiliza hoy para vilipendiar al
liberalismo económico, e incluso para promover el comunismo. Sin embargo, una lectura
objetiva de la Biblia sin afanes populistas nos mostrará una cara poco conocida del cristianismo: su profunda
conexión con los
principios libertarios.
LA BIBLIA Y EL LIBERTARISMO:
EL DERECHO DE PROPIEDAD, LOS GOBIERNOS Y LOS IMPUESTOS
El
pilar fundamental del edificio lógico libertario es el reconocimiento del derecho a la propiedad
privada, desde la propiedad sobre cuerpo y mente, hasta la propiedad sobre la
tierra y todo tipo de objetos. Bien puede decirse que sin propiedad, no hay
liberalismo alguno.
El
Principio de Autopropiedad, que no es otra cosa que la afirmación de la soberanía individual, del hombre como dueño de sí mismo, es el origen de los derechos naturales: vida, integridad física, libertad y propiedad.
En
general, no existe controversia acerca de que vida e integridad física son derechos naturales. Incluso el
positivismo crítico
moderno y algunos filósofos del constructivismo han llegado a aceptar que lo son. Sin
embargo, es común la objeción hacia los derechos de propiedad.
A
pesar de ésta, como
afirmó Rothbard
“el hombre
no es un fantasma flotante”; ya que inclusive en el Jardín del Edén, existen bienes escasos -el cuerpo físico de la persona, Adán y Eva, así como el lugar que éstos ocupan- siendo imposible que ocupen el mismo lugar el uno y el
otro sin que exista un conflicto de espacio[1]. Fuera del Edén, en el mundo de la escasez, la asignación de derechos de propiedad es la mejor
forma de evitar la conflictividad social. ¿Quien sería el dueño del cuerpo de Adán sino Adán? Así, la propiedad y su reconocimiento van de la mano con la existencia
misma del ser.
Además del dilema de la escasez, del derecho
de auto propiedad deriva necesariamente el derecho de propiedad del hombre
sobre su propio trabajo, pues a breves rasgos, el hombre que es dueño de sí mismo, es dueño de lo que hace con su tiempo y esfuerzo, pues lo contrario
implicaría
esclavitud, dejando
de ser “sujeto” para
ser “objeto”. Parafraseando a Nozick, es claro que
las horas trabajadas sin rédito ni paga alguna para el servicio de un tercero, son horas de
esclavitud.
Sin
embargo, socialdemócratas y socialistas niegan su validez y existencia, y abogan por su
abolición,
recurriendo a argumentos de todo tipo, incluidos los religiosos que son objeto
de este análisis,
repitiendo descontextualizados pasajes bíblicos a fin de afirmar que Jesucristo repudiaba la riqueza y la
propiedad privada, acomodando citas a su interés.
¿Y QUE DICE LA BIBLIA ?
Si
bien la Biblia no es un tratado de economía, al versar sobre relaciones humanas toca también las relaciones económicas. Contrario a lo que afirman los teólogos filo marxistas, existe en ella una
defensa sumamente clara de la propiedad privada. Comenzando por el Génesis 1:28-30, donde encontramos un
reconocimiento de la propiedad humana sobre la creación por designio divino, al entregar al
hombre el poder de “señorear la tierra” así como “todo lo que se mueve”, dando a los primeros humanos la libertad para administrarlos e
intercambiarlos, lo que de plano destierra cualquier afirmación contraria a la existencia de la
propiedad.
La
defensa bíblica de la
propiedad va aún más allá cuando se aborda la historia del “Pueblo de Dios”. En comparación con otros pueblos de su época, Israel fue escenario de una verdadera revolución libertaria. La propiedad en la Biblia,
es atribuida al hombre y sus familias, no al Estado, no a los monarcas, como
ocurría en otros
pueblos contemporáneos, donde los hombres eran propiedad de sus reyes al igual que la
tierra en la que habitaban, esclavos, como los mismos israelíes lo fueran en Egipto.
Esto
queda expuesto en Números 33:54 donde se dice a los Israelíes: “Y
heredaréis
la tierra por sorteo por vuestras familias; a los muchos daréis mucho por herencia, y a
los pocos daréis menos por herencia; donde le cayere la suerte, allí la tendrá cada uno; por las tribus de vuestros padres heredaréis”, lo que se repite en Números 26:55-56.
Sin
embargo, es el séptimo mandamiento de la ley Mosaica el más claro reconocimiento de la propiedad
privada como un derecho fundamental: al decir “No Robarás”, se establece una obligación de respeto a la propiedad ajena, que implica su reconocimiento
como un derecho.
Inclusive,
cuando el pueblo israelí pedía un
gobierno de reyes, Jehová los advierte a través de Samuel acerca del proceder que tendría dicho rey, diciendo en Samuel 8:11-:
“Y dijo: Éste será el proceder
del rey que reine sobre vosotros: Tomará a vuestros hijos y los pondrá en sus carros y entre su gente de a caballo, para que corran delante
de su carro; y nombrará para sí capitanes de millares, y capitanes de cincuentenas; los pondrá asimismo a
que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y
los pertrechos de sus carros. Y tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y
amasadoras.Y asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y
los dará a sus siervos. Él
diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Y tomará vuestros
siervos, y vuestras siervas, y vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y
con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos. Y aclamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, pero Jehová no os oirá en aquel día.”
Como
se aprecia de la lectura de este pasaje, el obrar de los “Gobiernos de Reyes” de ese entonces, es similar al de los grandes
Estados modernos, por lo que el mensaje bíblico de advertencia continúa hoy por hoy plenamente vigente.
Los
gobiernos de reyes modernos, ampliamente burocráticos, que se llenan de ministerios y departamentos, con grandes
comitivas que van a su delante so pretexto de seguridad del Estado, que envían a inocentes a guerras sin sentido, y
que toman gran parte del trabajo de sus pueblos a través de impuestos y tasas exorbitantes,
improductivos e ineficientes por su propia naturaleza, no han variado en nada
desde aquellos reyes del Antiguo Testamento.
Otros
ejemplos referentes a la propiedad, la virtud del ahorro, la inversión y la producción, son la parábola de los talentos y la historia de
Nabot, la primera encontrada en Mateo 25,14-30, donde se premia a quien
negociando con los 5 talentos que le había entregado su señor ganó 5 más, diciéndole: “Has sido fiel en lo poco, al frente de lo mucho te pondré”, a la vez que castiga al
avaricioso que guardó los suyos bajo tierra, tratándole de “Siervo malo y perezoso”. La segunda, del primer libro de Reyes, 21:
1-16, en la que Nabot se opone a la expropiación de su viña por parte del Rey de Samaria, Ajab, resistiéndose a cederle la heredad de sus
padres.
PERO,
EXISTEN OTROS PASAJES EN LOS QUE SE CONDENA AL PROPIETARIO Y AL RICO…
A
pesar de la constante defensa de la propiedad existente en la Biblia, es
frecuente que los defensores de la falacia del Cristo Socialista recurran a
otras escenas que se acomodan mejor a sus intereses. Sin embargo, inclusive éstas, analizadas a profundidad, dejan
sin piso su posición. Las más citadas son la conversación de Jesús con el joven rico al que ordena vender sus pertenencias, la frase “más fácil entrará un camello
por el ojo de una aguja, que un rico al Reino de los Cielos”, y la comunidad de los
primeros apóstoles en
la que “vendían sus pertenencias y dividían sus frutos para todos”. En base a éstas, falazmente se busca hacer del
Nuevo Testamento la semilla germinal del Manifiesto Comunista, lo cual es
contrario a la lógica y a la realidad.
Uno
de los pasajes bíblicos más manipulados es el del
Evangelio de Marcos 10:23-27 del cual se cita solamente el versículo 25,
interesadamente, en donde dice:
“Entonces Jesús, mirando alrededor, dice á sus discípulos: ¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los
que tienen riquezas! Y los discípulos se espantaron de sus palabras; mas Jesús respondiendo, les volvió á decir: ¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que para el rico
entrar en el reino de Dios. Y ellos se espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y
quién podrá salvarse?
Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas para Dios, no;
porque todas las cosas son posibles para Dios.”
Como
se puede apreciar, la Biblia condena el culto al materialismo, mas no la riqueza
en sí. Es el
excesivo culto al dinero el que dificulta al rico el acceso al reino de los
cielos, pero recalca que no es imposible. Lo cual cobra mayor sentido aún si se considera que la expresión “camello” en la Escritura probablemente provenga de una mala traducción del griego “kámelos”, que se refiere a un cabo grueso que se utilizaba para amarrar barcos, mas no al animal. Lo mismo puede decirse de la expresión “No se puede servir a Dios y al dinero”, se advierte al hombre que la priorización del amor por el dinero encima del amor a dios, a sí mismo y los demás puede ser perniciosa.
Esta
interpretación va de
acuerdo con lo manifestado en Corintios 1, 10:23 donde dice “Todo es permisible, mas no
todo es beneficioso”, concordando con lo que se afirma acerca de la naturaleza humana en
Jeremías 17:9-10,
al decir: “Nada
hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?. Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los
pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras.” Afirmación que es muy similar al principio de
autonomía y no
agresión defendido
por los libertarios, expuesto también en Mateo 7: 12 al decir “Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con
vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley de los profetas.”
De forma similar, la comunidad de los primeros apóstoles, en la que “vendían sus pertenencias y
compartían
sus frutos”, no es contraria a la propiedad privada, al tratarse de propiedad
privada comunal, mas no estatal (sin coerción), pues si ingresaban voluntariamente a dicha comunidad y decidían vender sus propiedades y repartir sus
réditos,
funcionarían como una
asociación privada
cualquiera, como sostuvo Margareth McKean en “People and Forests” o Elinor Orstrom en “Governing
the Commons”.
Además, debe observarse que aún en dichas primeras comunidades, se da
a cada quién según su esfuerzo, pues dice expresamente en
la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, 3:7-12, “El que no quiera trabajar,
que no coma”
Conforme a esta interpretación, existe armonía al decir que no es el capitalismo lo que hace a la gente
codiciosa, pues la moralidad de cada uno de los individuos que componen una
sociedad no depende de su sistema económico. El capitalismo no tiene por objeto cambiar a la gente mala,
pero sí permite
a la gente buena suficiente protección frente a ella, a través de los derechos de propiedad. De igual forma, un gobierno limitado
no tiene por objeto moralizar a su población, sino impedir que el poder sea ejercido despótica y abusivamente en contra de ella.
Decir
que en un sistema capitalista la gente es egoísta y codiciosa, no es una crítica solamente al capitalismo, sino a buena parte de la naturaleza
humana, por la cual precisamente son los grandes gobiernos, centralizados y
planificadores, los que tienden a derivar en tiranías despóticas.
De
acuerdo con las citadas referencias, queda demostrado que no existe contradicción entre el cristianismo y el
libertarismo en cuanto a reconocimiento de la importancia de los derechos de
propiedad para la solución del problema social. De hecho, en Proverbios 13:22 se dice que “El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos, pero la
riqueza del pecador está reservada para el justo”, lo cual muestra que existen formas incorrectas
y correctas de obtener riquezas, siendo estas últimas el trabajo y la tradición voluntaria para obtener lo que necesitamos así como la donación y la herencia para dar gratuitamente a otros que se encuentren
en necesidad; concordando con las formas de adquisición de la propiedad expuestas por Locke y
por Oppenheimer.
Inclusive,
una más afilada
interpretación de otros
textos bíblicos daría soporte a proposiciones liberales como
el “Flat Tax” o la moneda con respaldo fuerte tipo patrón oro. Así por ejemplo, la fijación de un tributo único del 10%, sugerida por los economistas liberales para los
Estados modernos, tendría sus raíces en el diezmo, único tributo del cual se habla en la Biblia en Números y en Deuteronomio, de aplicación universal para todos; o respecto de la
emisión de moneda
sin respaldo, cuando dice “Quita la escoria de la plata” (Proverbios 25: 4a), o al decir “Tu plata se ha hecho como escoria, Tu vino se ha mezclado con agua.” (Isaías 1: 22)
Todo
esto, fue en gran parte entendido por el Papa Juan Pablo II, recientemente
canonizado, quien fue defensor de la propiedad privada y de un gobierno
limitado, como se observa en su encíclica Sollicitudo
rei Socialis de 1987 en donde proclamó “el
derecho fundamental de la persona a la iniciativa económica” y la calificó como “el segundo más importante después de la libertad religiosa”.
De
similar forma, en su encíclica Centesimus Annus de 1991, Juan Pablo II promovió aún más
firmemente la libertad económica, diciendo: “¿Se puede decir quizá, que después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo,
y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que traten de
reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es
necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del progreso económico y civil?” afirmando que lo es, entendiendo
por el mismo un sistema económico en el cual se reconoce la creatividad humana y de la propiedad
privada en los medios de producción, con lo cual el Papa polaco, quien vivió las penurias del comunismo, contribuyó en gran medida para la caída del nefasto régimen comunista soviético marcado por la caída del Muro de Berlín en 1989.
En
esta misma encíclica, el
Papa polaco reflexionó sobre los límites morales del capitalismo, en los cuales coincidió con algunos liberales clásicos diciendo que ciertos bienes no
pueden ser comprados ni vendidos, que algunos grupos no tienen acceso al
mercado por lo que deben ser subsidiariamente atendidos fuera de él, y que ciertas necesidades humanas
trascienden al mercado, lo que, sin llegar a un capitalismo anarquista similar
al propuesto por Rothbard o Hoppe, se identificaría plenamente con el liberalismo primero de Hayek o Smith.
Lamentablemente,
esta línea marcada
por el Papa Polaco, ha sido crudamente abandonada por el Papa Francisco, cuyos
pronunciamientos acerca del mercado y de la riqueza, con un marcado
resentimiento y condena hacia la prosperidad y el desarrollo, demuestran que
cada uno es hijo de sus circunstancias y que por ello el nuevo pontífice carga a cuestas nefastos rezagos
del peronismo argentino así como de las enseñanzas de los sacerdotes marxistas que abundaron en Latinoamérica durante los años setentas.
CONCLUSION Y MENSAJE AL PAPA FRANCISCO
Como
se ha expuesto en este breve ensayo, un análisis histórico-critico, imparcial de las escrituras bíblicas, demuestra que en ningún momento y bajo ninguna circunstancia
se puede vincular a Cristo o al cristianismo, con ninguna clase de socialismo.
La Biblia, sin ser su objeto principal el tratar de economía o política, tiene mayor afinidad con los principios del liberalismo.
Como
sostuvo Oscar Wilde desde su encarcelamiento en Reading, el error de la Iglesia
en la historia ha sido querer hacer de Cristo un vulgar filántropo, o verlo como el Supremo
Altruista, banalizándolo, y restando valor a su auténtico mensaje, pues concordando con el autor inglés "quien quiera parecerse a
Cristo, tiene que ser entera y absolutamente él mismo. Este es el sentido
de la verdadera Imitatio Cristi”, y por esto tristemente sostiene con gran verdad que "es
cierto que hubieron cristianos antes de Cristo, lo lamentable es que no haya
habido ninguno desde entonces”.
Al parecer, como analizó WIlde, la repetición interminable y sin análisis de las escrituras, a hora y a deshora, nos ha quitado la
novedad, la frescura y el sencillo encanto de los evangelios. Los hemos oído leer demasiadas veces y demasiado
mal.
La
Biblia no es un libro de magia ni un rompecabezas de normas éticas contradictorias entre sí, que no puede ser reducido a un
conjunto de citas aisladas para justificar prejuicios. Lamentablemente, el Papa
Francisco, hijo de la realidad latinoamericana, marcada por el populismo, se ha
volcado a la reconquista de los fieles que partieron en retirada durante el
Papado de Ratzinger, apoyándose en actuaciones mediáticas más que dogmáticas, entre éstas, su desprecio hacia los mercados y el sector privado, que se
aprecia en su exhortación Evangelii Gaudium.
Más allá de que el mundo es mucho más próspero e igualitario desde la aparición del capitalismo y la revolución industrial (las condiciones generales de vida pre-industriales prácticamente fueron las mismas durante
2000 años,
marcadas por la pobreza para las mayorías dada por el estatismo monárquico y feudal), las manifestaciones papales carecen de fundamento
lógico y teológico.
Proponer
el crecimiento de los “Gobiernos de Reyes” de nuestros días, en los que los gobiernos “redistribuyen” cerca del 40% del PIB a través de impuestos, que en su mayoría se van en salarios burocráticos, que criminalizan todo aquello que incomoda al rey de turno, y
que concentran los recursos en grupos de “enchufados” mientras los emprendedores son exprimidos, es anti ético y anti cristiano. Apelar al odio entre clases, a la
conflictividad social entre ricos y pobres en lugar de la cooperación voluntaria entre privados, con fines
de popularización de la religión, no solamente es riesgoso, sino incorrecto.
Es
por esto que no se debe caer en la espiral de decadencia que implica el socialismo,
que inevitablemente degenera en tiranía. Si la Iglesia pierde la solidez de su norte ético y teórico para sucumbir ante las tentaciones del mass-media socialista,
habrá dado
legitimidad moral a un sistema esencialmente violento e inmoral, basado en la
coerción y la
envidia. Los socialistas fueron ateos hasta que descubrieron que querían ser dioses, y sería un error imperdonable el darles un lugar
en los altares cristianos.
[1]
Hoppe, Hans-Herman. “La idea de una sociedad de derecho privado” Instituto Mises Hispano. 17/04/2013